La catástrofe que está matando a la Ciénaga Grande de Santa Marta

A la Ciénaga Grande de Santa Marta la bautizaron santuario. Está protegida por la nación y por la ONU como área estratégica natural, hidrográfica, hogar de numerosas especies de flora y fauna, y productora de aire y estabilidad climática para el norte colombiano. Los títulos que exaltan su valor ecológico suenan tan importantes, que la realidad que enfrenta resulta vergonzosa.


La Ciénaga Grande de Santa Marta está amenazada. Como un silencioso cáncer, hacendados de la región están extendiendo una incontenible y devastadora actividad de explotación y modificación de las áreas protegidas del santuario.



De forma silenciosa han construido carreteras y diques que fracturaron la armonía de la red de humedales, ciénagas, caños, ríos, lagos y quebradas en gran parte de la reserva. También han quemado cientos de hectáreas de bosque nativo y manglar para explayar sus cultivos, zonas de ganadería y producción de carbón vegetal.

Hay zonas en las que su metástasis ha consumido pantanos y nacimientos del agua que abastecen a las poblaciones cercanas, incluyendo a Santa Marta. Además, como comprobó KienyKe.com, los criminales ambientales que allí acechan han provocado una mortandad de peces y manatíes, destruyeron sus hogares al bloquear el flujo de agua. La masacre fue por asfixia.

Hecatombe verde

La Ciénaga Grande de Santa Marta, en su área protegida, comprende 158.125 hectáreas. En ella hay manglares, bosques secos y tropicales.

En su espesura viven chigüiros, zorros, monos aulladores, micos cariblancos, ratones silvestres, tigres y nutrias. También manatíes, babillas, caimanes, iguanas, serpientes en decenas de clases y tortugas.

Desde luego, debido a su abundancia de agua, viven múltiples clases de peses y anfibios, y suele ser refugio de paso para aves migratorias procedentes del norte, como el pato barraquete.

A este universo natural también ha llegado el hombre, y no con muy buenas intenciones.

Una investigación realizada en recientes semanas por el periodista Alejandro Arias*, colaborador de KienyKe.com, constató el grave daño que se estaba produciendo en la Ciénaga Grande de Santa Marta.

Entre manglares y pantanos se han atravesado al menos 30 kilómetros de diques o terraplenes que han sido levantados con buldózers, retroexcavadoras y bombas de succión que secan los espejos de agua. A menudo estos diques son usados como carreteras o separatas para delimitar zonas de explotación agropecuaria.

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